Arquitectura creativa
Entrevistamos a José María Rubio Anaya
Sección: interioristas | Autor: Alicia Aragón | Leído: 425 |Comentado: 0
Arquitecto
«La arquitectura requiere gente apasionada»
Un verdadero profesional de la arquitectura es capaz de emocionarnos cuando contemplamos una de sus creaciones. Esta aptitud para dotar de poesía visual la materia inerte es un aspecto que José María Rubio Anaya, cabeza visible de Arché Taller de Arquitectura y otros Oficios, ha cultivado a lo largo de varios años de estudio y experimentación. Su mobiliario está dotado de vida propia, mientras que las viviendas que propone son más que simples techos que amparan lo cotidiano: tienen alma.
Pregunta: ¿Puedes hablarnos de tu trayectoria profesional?
Respuesta: Podría dividirse en tres etapas. La primera en mi país natal, Argentina. A partir de mi graduación como arquitecto en el año 81, fui formando mi propio estudio, realizando proyectos y reformas de casas y algunas viviendas de nueva planta. La segunda, comenzaría con mi llegada a España en el año 86, y como consecuencia de haberme ganado una beca para hacer estudios de Doctorado en la Universidad Politécnica de Madrid. La ayuda económica que percibía finalizó, pero no mi tesis doctoral sobre ‘La percepción espacial de los claustros monacales en España’. Había dos posibilidades: volverme a mi país, o aceptar el ofrecimiento de reformar un antiguo palomar fuera de Madrid e instalarme ahí buscándome la vida. Y eso hice: piscinas y decoraciones en trencadís. Luego pude colegiarme en el COAM y comenzar mi profesión de arquitecto en España.
La evolución artesanal de mis primeros trabajos y la estrecha colaboración con diferentes gremios motivó la creación de Arché Taller de Arquitectura y otros Oficios. En esta tercera etapa hay muchas y variadas obras.
Desde estructuras y cubiertas para vivienda en dobles curvaturas, hasta equipamiento y mobiliario construido con chapas de acero, mallazos, hormigón y mosaicos de vidrio. Recientemente, he constituido LOFTARCHE, espacio de proyectos y obras en los diferentes campos del diseño y la arquitectura.
P: ¿Qué proyectos tienes en curso/en mente?
R: Tengo varios proyectos en curso. Unas casas en la provincia de Segovia para gente joven, un alojamiento turístico rural en un antiguo molino de agua en Gualalajara, un edificio de oficinas en Boadilla del Monte, la rehabilitación de unos cortijos en Andalucía, unas piscinas para un Ayuntamiento en Madrid, reformas de unas naves para convertirlas en loft, obras de locales de diseño interior y unos estudios sobre la ‘Arquitectura Popular en Castilla La Mancha’.
En cuanto a proyectos en mente, hay varios importantes y uno urgente: el de volcar en la nueva web todo el material ilustrativo de mi obra, como si de un libro se tratase, desde los comienzos hasta la actualidad, sin dejar de rescatar obras iniciales de diseño, arquitectura, pintura, escultura, fotografía e, incluso, artículos y escritos. No se puede hacer esta ardua tarea abandonando otros asuntos importantes, pero cuanto antes se haga esa mirada retrospectiva de la obra ejecutada, antes se puede corregir y aprender de los propios errores.
En cuanto a proyectos futuros hay varios y de diferente tipo, pero está interesándome cada vez más el de proyectar y enseñar a gente con espíritu joven a construir su propia casa de forma no convencional, imprimiendo el sello personal de sus propias manos y sin un fin lucrativo, sino como necesidad experimental de hábitat natural. Esta seductora idea surgió al finalizar la cueva-refugio bajo tierra que tanto interés ha suscitado y que se puede visitar.
P: ¿Por qué decidiste hacerte arquitecto y diseñador?
R: Es difícil la respuesta. Los orígenes podrían estar en mi manía por el dibujo y por el trabajo creativo con las manos. Recuerdo que de joven hacía collares, pulseras y decoraciones con clavos de herraduras. Luego, la plástica del barro me empujó a la composición en general hasta que finalmente, y mirando unas fotografías de una catedral gótica, entendí que sólo la concepción global de un artista podía imaginar y construir ese espacio interno y, por lo tanto, condicionar la experiencia de quienes lo habitaban. Ese debía ser el arquitecto, y ese quería ser yo.
P: ¿Quién es tu arquitecto favorito? ¿Por qué?
R: Son todos los que han favorecido a mi actual desarrollo profesional. De la antigüedad a nuestros días. De los contemporáneos, sin duda, sobresale por encima de todos, a mi juicio, la poética y la magia de Antonio Gaudí, puesto que toca con la razón y la sensibilidad de su obra el corazón sencillo de los hombres, como bien dijo Le Corbusier. Su mística y fascinante personalidad nos une históricamente con el arquetipo del arquitecto-artista de todos los tiempos, hoy en vías de desaparición. Tal vez queden muchos más por descubrir, principalmente los anónimos, los que han pensado y construido la ciudad tradicional o la de nuestros antepasados, que tanto nos gusta visitar y fotografiar por toda Europa.
P: ¿Cuál es la labor de un arquitecto?
R: La de proyectar y dirigir obras para sus clientes, satisfaciendo sus necesidades funcionales y estéticas, sin traicionar la necesidad ética o moral de nuestra profesión: el de hacer obras uniendo el ayer con el hoy, la tradición con la actualidad, el arte y sus principios eternos con la técnica incuestionable de nuestra época. Por todo esto, nuestra profesión es compleja y requiere gente apasionada, pero deberíamos ser conscientes de que nadie se salva de ella, por lo tanto, si no está diseñada para embellecer y armonizar el día a día del hombre, puede terminar siendo insufrible e irremediable.
P: ¿Puedes hablar del pasado y del presente de la arquitectura?
R: Te la podría responder como alguien dijo alguna vez: «voy a casa, escribo un libro y te contesto».
P: ¿Y sobre el futuro? ¿Hacia donde nos dirigimos?
R: A mi entender, nos dirigimos inconscientemente a una globalización de gestos y posturas caprichosas que hay que imponer a la fuerza si no queremos perder el tren de estar a la moda.
Las vedettes o ‘estrellas de la arquitectura internacional‘ nos guiarán por la noche futura, porque las enseñanzas a través de los tiempos que han conformado con sus principios de sentido común la cultura arquitectónica de la ciudad y el arte que hemos heredado ya no iluminan, es decir, han caducado. Valga solamente abrir una revista de arquitectura donde se nos muestren los últimos proyectos y obras para comprobar lo que digo.
O seguimos masificando la sociedad con ‘cubos impersonales y anacrónicos’, como entendía el modernismo racionalista pasado, o nos lanzamos a concebir formas, volúmenes o espacios estrambóticos sin orden ni concierto, sin proporción, sin armonía, sin razón ni raíz estética que lo sustente, o sea, desarraigado de la ley natural que armoniza al hombre con el cosmos. Para terminar, me viene a la memoria, un pensamiento esperanzador del maestro catalán Gaudí: «la creación continúa y el creador se vale de sus criaturas; los que buscan las leyes de la naturaleza para conformar en ellas nuevas obras colaboran con el creador. Los copistas no colaboran. Por esto la originalidad es volver al origen».
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